Al nacer se nos es dado un nombre, mismo que nos acompañará por el resto de nuestros días en esta tierra y por lo general cuando te preguntan ¿quién eres? inmediatamente piensas en tu nombre; en mi caso me pasé 29 años creyendo que quién yo era, se refería a un nombre y apellido, mis estudios, conocidos y amigos, logros, mi peso, estatura, entre otras cosas.
De repente, un día me confrontó lo inevitable, aun sabiendo mi nombre en esta tierra, no conocía quien era realmente y por ende me di cuenta de que estaba vacía.
En mi afán por descubrir quién yo era, mi visión sobre mí misma, la vida y quienes estaban a mi alrededor se distorsiono y me llevo a sumergirme, desde una temprana edad en el dolor, quien no llegó solo a mi vida y se acompañó de la depresión, ansiedad, baja autoestima, pensamientos suicidas y el desamor.
Ojalá esta fuera una historia en la que pudiera relatarles que un día increíble conocí a Dios y de repente todas mis dudas existenciales desaparecieron; pero ese no fue el rumbo de mi caminar. En efecto un maravilloso día decidí aceptar a Jesús en mi corazón; pero ese día marcó el inicio de una travesía en la que me tomó 11 años finalmente descubrir quién era yo y lo más importante quien soy ante los ojos de mi Padre Celestial.
Después de vivir una vida intentando ser una hija ejemplar en sus estudios, trabajo y aún en mis relaciones, era completamente miserable, porque me miraba al espejo y literalmente no podía reconocer quien era la mujer frente al mismo y creí entonces que lograr ciertas cosas en la vida llenarían mi vacío de no saber quién era.
Me dediqué a sacar las mejores notas posibles, estudiar y sobresalir en todo lo que hacia y a buscar en el amor de alguien propósito. Así que un día me enamoré y de la misma forma en que fui "feliz", haciendo lo que según el mundo era lo que se debe hacer cuando alcanzas una cierta edad, me caí y finalmente me quebré por completo.
Perdí todo lo que con esfuerzo había logrado o al menos todo aquello en lo que me esforcé por obtener para llenar mis vacíos y hasta ahora, a sido lo más doloroso y lo mejor que pudo pasarme, luego de conocer de Jesús.
El problema de no tener identidad es que te conformas con no saber quién eres y por ende cosas superficiales u otras personas te llegan a definir y cuando estás se van o se acaban, acabas en el mismo punto donde iniciaste.
En el camino descubrí lo siguiente:
En tu noche más oscura solo Jesús es capaz de verte y abrazarte
Ningún proceso al cual Dios te somete es linear; es decir a veces hay montañas y otras te encontrarás con valles; pero Dios sigue siendo el mismo en ambos lugares.
No hay nada que duela para siempre.
Después de 29 años descubrí quien si yo soy. Soy una mujer con un diseño único, Dios no hizo a nadie más como yo y por esa gran razón puedo amar mis virtudes y defectos. Tengo un propósito santo y sobre todo soy conocida por un Padre amoroso que me entiende mejor que nadie en este mundo.
Tú fuiste quien formó todo mi cuerpo;
tú me formaste en el vientre de mi madre.
Te alabo porque estoy maravillado,
porque es maravilloso lo que has hecho.
¡De ello estoy bien convencido!
No te fue oculto el desarrollo de mi cuerpo
mientras yo era formado en lo secreto,
mientras era formado en lo más profundo de la tierra. Tus ojos vieron mi cuerpo en formación; y todo eso estaba escrito en tu libro. Habías señalado los días de mi vida
cuando aún no existía ninguno de ellos.
Salmo 139:13-16
Cuando comprendí esas verdades divinas y el hecho de que mi pasó por esta tierra ya había sido fijado desde antes de la formación de este mundo, me di cuenta de que tenía el poder a través del Padre, de saber quién soy en los cielos y en esta tierra y eso nada ni nadie lo puede cambiar.
Finalmente puedo decir SOY HIJA DE DIOS, y tu ¿quién eres?
Por: Olga Mejia
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